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Como muchas editoras de periódicos, Lorena López es pésima para tomar vacaciones. Recientemente, cuando se fue de Denison, Iowa, a visitar su a familia en Nicaragua, su país natal, pagó a Verizon el servicio internacional, para así mantenerse al tanto en el trabajo. Después de una semana de viaje, checó su celular y vio decenas de mensajes en su buzón de voz. López es la fundadora, editora, y reportera principal para La Prensa de Iowa, un exitoso periódico hispanohablante, que atiende a pueblos agrícolas y rurales en la parte oeste del estado, y el primer recurso para hispanohablantes quienes buscan noticias. Esa mañana, un hombre había sido encontrado muerto en su celda en la cárcel del condado, y todo el mundo tenía preguntas. “Todos preguntaban, Doña Lorena, ¿qué está pasando? ¿Cómo murió? ¿Cuándo va a sacar la noticia?” dijo ella. La División de Investigaciones Criminales de Iowa había difundido un comunicado de prensa sobre la muerte del hombre, y unos cuantos medios en inglés lo habían reportado. Pero el comunicado oficial tenía pocos detalles, y sin noticias en español, residentes entraron a Facebook, donde los rumores empezaron a circular: ¿Por qué los oficiales de la cárcel no checaron las celdas durante la noche? ¿Cómo es que no se dieron cuenta del hombre muerto hasta la mañana? ¿Hubo mano negra? Era una dinámica que López reconocía: sin una fuente de información confiable, las redes sociales llenaron el vacío.
Denison, ubicado en unas colinas ondulantes, no muy lejos de la frontera con Nebraska, con una población de 8,100, es un pueblo peculiar. Iowa es uno de los estados más blancos de la nación, pero Denison es la ciudad más latina del estado, con 49.9por ciento de la población marcando “Hispano o Latino” en el último censo. El centro de la ciudad tiene edificios señoriales de ladrillo; fresnos y árboles de maple crecen en los campos alrededor del pueblo. Sobre el pueblo flota un constante olor a sangre, abono, y vísceras — una neblina total, que proviene de las dos fábricas que procesan carne en el pueblo. El trabajo en mataderos es peligroso y algo que pocos americanos quieren hacer, por lo cual Denison atrae a inmigrantes: La primera ola llegó de México y Centroamérica, y el pueblo es orgullosamente latino: quinceañeras se toman fotos con sus chambelanes en el centro del pueblo, y hay una agrupación de tiendas mexicanas en la parte este. En la última década, Denison ha continuado diversificándose, convirtiéndose en un tipo de Naciones Unidas del Medio Oeste. Hay trabajadores de todo Latinoamérica — Perú, Ecuador, Venezuela, Cuba — y asimismo, más trabajadores han llegado desde Asia y África. Fue uno de estos migrantes, un hombre llamado Abraham Gatwech Ngor, quien fue encontrado muerto en la Cárcel del Condado de Crawford.
López tiene 61 años, con cabello café ondulado y pómulos marcados; se viste con estilo, con gafas de montura gruesa, y camisas de corte impecable. En esta área rural, camina con un aire cosmopolita. Se mudó a Iowa hace más de tres décadas, y ha establecido una gran base de fuentes; en Managua, encendió su laptop y comenzó a hacer llamadas. Se comunicó con la División de Investigaciones Criminales (DCI) y con sus contactos en el Departamento de Policía de Denison. Se enteró de que Ngor era un inmigrante de Sudan e hizo contacto con sus conexiones en la comunidad sudanés-americana de Denison, preguntando si alguien conocía a sus parientes. Un poco más tarde logró hablar con sus familiares. Pronto pudo publicar una historia en la página web de La Prensa: un agente especial de la DCI le dijo que la cárcel checaba las celdas cada hora, y que Ngor había sido encontrado muerto durante la ronda de las nueve de la mañana. Todavía había preguntas, pero López había hecho un reporte más completo que los medios en inglés, los cuales se basaron únicamente en el comunicado de prensa. Los hispanohablantes de Denison obtuvieron información confiable, y a López no le importó interrumpir sus vacaciones para presentar el reportaje. “Por supuesto que la gente necesita estar informada — quieren saber, al igual que se le informa a las personas que hablan inglés, que está pasando,” dijo López. “Y tienen el derecho a saberlo.”
La desinformación es un tipo de contaminación y al igual que el olor que permea Denison, ésta suele ser más potente en la comunidad inmigrante. En los últimos años, los organismos de control electoral han repetidamente dado alarmas sobre las noticias falsas, en particular, en español — tal vez porque los latinos constituyen el grupo minoritario más grande de votantes en los Estados Unidos. (Ahora hay más de treinta y seis millones de personas elegibles para votar, unos cuatro millones más que en el 2020). Investigadores de la Universidad de Houston han concluido que estamos en medio de una “crisis de desinformación latina.” Descubrieron, por ejemplo, que un tercio de los latinos en Texas creen que “el estado profundo (Deep State) pretendía arruinar la presidencia de Trump.” El problema es más grave en los estados políticamente indecisos: “un hervidero de esta actividad,” como lo señaló un informe del Brookings Institution. Después de las últimas elecciones presidenciales, NBC News declaró, en un titular: “Los latinos son más propensos de obtener, consumir y compartir desinformación y noticias falsas en línea.” En ocasiones, la angustia pública por la desinformación en español toma matices de condescendencia, y la atención recurrente a esto, alimenta esa constante sensación perniciosa, de que quienes creen y publican falsedades, son crédulos, venales o simples.
El problema, por supuesto, no reside en las personas que reciben las noticias falsas, sino en las fuentes que las proporcionan — y en la falta de alternativas. Nielsen, la firma de investigación de medios, descubrió que los latinos son más propensos a estar expuestos a información errónea que la población en general de los Estados Unidos, en gran parte debido a la “mayor dependencia de las redes sociales y plataformas de mensajes” como Facebook, YouTube y WhatsApp. Meta y otras empresas tecnológicas han invertido millones de dólares en derribar la información errónea relacionada con las elecciones, pero sus controles de contenido se centran en publicaciones en inglés, y esto significa que noticias falsas en español se les cuelan con mayor facilidad. Después de las elecciones del 2020, un grupo de apoyo e investigación llamado Avaaz, descubrió que el 70 por ciento de la información errónea en español había permanecido en línea, comparado con solo el 29 por ciento de la desinformación en inglés. Durante este ciclo de campañas, plataformas han reducido sus equipos de moderación y, en general, se han vuelto más permisivas; en los últimos meses, como observó la organización sin fines de lucro Media Matters, Meta ha generado cientos de miles de dólares, vendiendo anuncios que promueven la retórica antiinmigratoria. Según Samuel Woolley, director del laboratorio de investigación de propaganda del Centro de Participación de Medios de la Universidad de Texas en Austin, WhatsApp es especialmente popular entre las comunidades de inmigrantes latinoamericanos, que chismean en chats privados. “Las publicaciones no tienen el dinero para verificar en tiempo real muchos de los rumores que circulan en estas comunidades, durante elecciones altamente disputadas y divisivas,” me comentó. Hay algunos proyectos dedicados a corregir información falsa en español, incluyendo una nueva organización llamada Factchequeado, que desarrolló una herramienta de inteligencia artificial llamada Chequebot. Aún así, la cantidad de desinformación puede ser demasiada para ser verificada. Como dijo López: “Es como un bombardero.”
La gente tiende a confiar en las noticias locales, pero hay pocas publicaciones confiables en español en las zonas rurales. El medio de López es único. “Es una de las mayores fuentes de esperanza que he tenido en los últimos años”, dijo Woolley. “Se están desarrollando métodos, cultural y lingüísticamente adaptados, para combatir la desinformación a un nivel comunitario, que las campañas de gran escala simplemente no pueden lograr.” López se presenta en las reuniones del consejo municipal y en los partidos de basquetbol de los high schools; pertenece a los mismos grupos de Facebook y WhatsApp que sus vecinos. La gente confía en ella porque la ven y la conocen. “Es la misma razón por la cual la desinformación y la propaganda se difunden con tanta eficacia entre personas que apreciamos”, me dijo Woolley. “De esa manera, la información confiable también se difunde mejor.”
En Iowa, donde la retórica antiinmigrante de Donald Trump ha conquistado a los votantes — desde el 2012 al 2020, ningún otro estado se inclinó tan dramáticamente a favor de los republicanos — la cobertura de La Prensa muestra cómo la política puede afectar en forma palpable sus vidas. Douglas Burns — un periodista de cuarta generación de Carroll, Iowa, y amigo de López — me dijo que ella sola está manteniendo viva las noticias locales en la región, y luchando contra la desinformación con su fuerza de voluntad. “Yo diría,” dijo, “que ella es la periodista comunitaria más influyente en una sala de redacción, en el oeste de Iowa, en la historia del estado.”
López nació en Estelí, un pueblo pequeño en el norte de Nicaragua, en el año 1963. El país estaba inmerso en una guerra civil, que duraría durante sus veintes. La familia Somoza había gobernado el país desde 1936, y en los años sesenta y setenta, la familia luchó contra los rebeldes izquierdistas, los Sandinistas. La madre de López era secretaria y su padre era camionero; todas las noches, Lorena se sentaba en sus piernas con la cabeza apoyada en su pecho, mientras él leía en voz alta artículos de La Prensa, uno de los diarios más famosos de Nicaragua. Bajo el editor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, La Prensa se convirtió en la principal voz de la oposición a los Somoza, publicando las atrocidades del régimen. Un momento formativo en la vida de López llegó diez días después del año nuevo de 1978, cuando un Toyota se detuvo frente a Chamorro cuando se encaminaba al trabajo. Disparos estallaron desde el auto; Chamorro murió en la ambulancia camino al hospital. Su muerte fue un punto de inflexión y la clase media del país se inclinó firmemente en favor de la insurgencia. Los Somoza huyeron del país al año siguiente, y los Sandinistas tomaron el poder.
A pesar del conflicto, los padres de López tenían aspiraciones para su hija. Ahorraron dinero para poder mandarla a la Universidad de Centroamérica, un colegio jesuita en Managua. Cuando López llegó a la capital, en 1982, los Contras, financiados por el gobierno de los Estados Unidos, llevaban a cabo una guerra en contra del gobierno Sandinista. Ella sabía que el país necesitaba periodistas. En la escuela, López siguió los pasos de su héroe, Chamorro, estudiando periodismo. Con el tiempo, consiguió trabajo en el Canal 6, un canal de noticias. López — encantadora e incisiva, con un ingenio mordaz — rápidamente encontró éxito como entrevistadora al aire. En menos de una década, se convirtió en un personaje reconocida en todo el país. Entre los sujetos de sus entrevistas se encuentran el Papa Juan Pablo II y Fidel Castro.
En 1992, su trabajo le brindó la oportunidad de visitar los Estados Unidos. Viajó con una delegación de cinco periodistas nicaragüenses a Ames, Iowa, justo al norte de Des Moines. En la Universidad Estatal de Iowa, los periodistas se capacitaron en una tecnología que todavía era de novedosa para ellos: el teleprompter. (“Nunca había usado una computadora en casa,” dijo López). Iowa era la antítesis de las selvas montañosas y las costas tropicales de Nicaragua. López no hablaba una palabra de inglés. Sin embargo, se enamoró de Ames. Quedó encantada con la hospitalidad del medio oeste, y se volvió cercana a uno de sus profesores, disfrutando cenas con su familia. “Recuerdo cada parte de ese viaje, paso a paso, porque fue muy importante para mí,” dijo.
“Gente está desarrollando métodos, cultural y lingüísticamente adaptados, para luchar contra la desinformación a un nivel comunitario.”
Poco después de su regreso a Nicaragua, López y el Canal 6 produjeron un documental que trataba, en parte, del abuso sexual a adolescentes en viajes al campo patrocinados por el gobierno. La brutal respuesta no se hizo esperar. “Fue una gran explosión; no se hablaba de esos temas,” dijo López. El gobierno censuró el documental. López comenzó a recibir amenazas por teléfono, en la oficina y en casa. Un día, al regresar a casa, se encontró con lo que, en aquellos años, era un horror en Nicaragua: huellas de manos blancas pintadas en la puerta de su hogar — una amenaza de los paramilitares. “Significaba que tu familia estaba en peligro,” dijo López. Para ese entonces, tenía dos hijos y mientras pensaba en cómo mantenerlos a salvo, se dio cuenta de que tenía una oportunidad — su visa estadounidense, con la cual había viajado a Iowa y que aún estaba vigente. Le escribió a su amigo, el profesor, preguntándole si podía ayudarla. Muy pronto, ella se encontraba en un avión rumbo a Iowa con sus hijos.
López se instaló en Ames, donde finalmente le concedieron el asilo. “No es como la gente piensa,” dijo. Su estatus legal no llegó con la ayuda del gobierno. “Tienes que batallar mucho.” Su amigo, el profesor, intentó orientarla, pero no había mucho que él pudiera hacer. López todavía hablaba poco inglés, por lo cual el periodismo ya no era una opción laboral, y tuvo dificultades encontrando trabajo. Terminó laborando dos o tres trabajos a la vez para mantener a sus hijos. “Estaba limpiando, cuidando niños, trabajando mañana y noche,” dijo. Seis años de universidad y una carrera en televisión en Centroamérica no contaban para mucho en Iowa. Vivían de cheque en cheque.
Durante los inviernos de Iowa, López extrañaba muchas cosas de Nicaragua, incluyendo el simple placer de leer La Prensa todos los días. “No había nada más agradable que sentarse en la silla del patio y leer el periódico, con una taza de café y un cigarro,” ella dijo. (“Así era mi generación —fumábamos.”) Cuando trabajaba en la televisión, revisaba el periódico, página por página, en busca de “retroalimentación” y generando ideas para nuevos segmentos. Pero en el oeste de Iowa en esos años — López llegó a la ciudad de Carroll — no había ningún diario en español. Los domingos, ella compraba el Omaha World-Herald, escudriñando lentamente cada artículo y conectando palabras con las imágenes. En parte, estaba aprendiendo inglés por su cuenta, pero sobre todo, se estaba orientando en un nuevo país.
Un día, López quiso cocinar comida nicaragüense para sus hijos. Los supermercados de Carroll no tenían los ingredientes necesarios, así es que manejó treinta minutos hasta Denison, donde había una pequeña tienda mexicana, El Mexicano. Mientras agarraba frijoles rojos y plátanos, vio un periódico delgado — de solo dos páginas —colocado al frente de la tienda. Su título era ¿Qué Pasa? y era de noticias locales. López lo levantó. “¡Dios mío, miren, chicos!” dijo, mostrándoles a sus hijos. “¡Está en español!” Ella compró una copia. En el camino a casa, y mientras cocinaba para sus hijos esa noche, su anticipación aumentó; finalmente, después de lavar los platos, se sentó con el periódico. Leyó sólo unas pocas frases antes de darse cuenta de que era una traducción barata, generada automáticamente, del Denison Bulletin-Review. “No era nada — era una locura, no tenía ningún sentido,” dijo ella.
López continuó comprando el periódico todos los viernes cuando iba de compras en El Mexicano. ¿Qué pasa? era confuso y poco confiable, pero era todo lo que ella tenía. “Soy una periodista de la vieja escuela y siempre quise levantarme por la mañana y leer el periódico,” dijo. Lo leyó con una sensación de anhelo de algo más. Para entonces, trabajaba como lavaplatos en el Hospital Regional de St. Anthony; las horas eran largas, pero el trabajo pagaba un salario constante. Pudo enviar a su hijo mayor, Carlos Argüello, a la Universidad del Norte de Iowa, donde estudió mercadotecnia y emprendimiento empresarial. Un día, cuando Carlos estaba en casa lavando su ropa, López estaba parada frente a la estufa cocinando gallo pinto, el platillo favorito de su hijo, y ella le comentó que quería establecer un periódico en español para el oeste de Iowa. Él regresó a la escuela, preguntó, y le sugirió a López que comprara software de Adobe; eso podría ayudarla a empezar. El único problema: el software costaba 800 dólares. “No teníamos dinero — tenía que pagar renta y luz, y con un hijo en la universidad, apenas nos alcanzaba,” dijo López. Ese año, recibió mil dólares de sus impuestos, y titubeó en gastarlo en un riesgo periodístico. Sus hijos le insistieron. “Fue un momento difícil y doloroso — pero emocionante a la vez,” dijo ella. El Cinco de Mayo del 2006 publicó su primera edición. Lo llamó La Prensa, en honor al periódico que leía todos los días en Nicaragua.
El día después del caucus republicano de este año, López se sentó en su escritorio en la oficina de La Prensa, en el segundo piso del Teatro Donna Reed (llamado así por la residente más famosa de la ciudad). Es un espacio tipo loft con pisos de madera antiguos y oscuros, y grandes ventanas que dan a Broadway, la calle principal de la ciudad. López, con una elegante camisa de lana, se conducía con la confianza de una locutora con mucha experiencia. La noche anterior, había asistido al caucus en el high school local, donde los votantes se pusieron de pie para hablar en favor de sus candidatos preferidos: Trump, Ron DeSantis y Nikki Haley. (López había entrevistado a Haley el año anterior). En el auditorio, López buscó latinos. “Sólo encontré tres,” dijo. Iowa, que es de los primeros caucus presidenciales del país, no ofrece traducción ni programación en español, lo cual dificulta la participación de algunos. Por años, López ha promovido que el gobierno de la ciudad ofrezca traducción al español en las reuniones públicas. Esto aún no se ha materializado; mientras tanto, ella ofrece traducciones en La Prensa.
La Prensa es pequeño pero audaz. Desde el principio, López hizo prácticamente todos los reportajes y escritos ella misma. (Ocasionalmente, publicaba historias de escritores freelance.) El sitio web, donde publica noticias de última hora, es como una reliquia de los años cuando empezó el internet (hay carteles con fotografías de archivo y gráficos que se tardan en cargar); pero eso no es el tema principal. Cada segundo miércoles de mes, distribuye una versión impresa gratuita en supermercados y tiendas por todo el condado. Muchos inmigrantes latinoamericanos esperan recibir sus noticias de un periódico físico, me dijo, y el acceso a internet sigue siendo caro e irregular en las zonas rurales de Iowa. López calcula que tiene ocho mil lectores habituales. Eso le ha permitido llevar a cabo una operación lucrativa, sustentada enteramente por ingresos de publicidad. “No importa si son blancos o no,” dijo ella, “las empresas quieren anunciarse en La Prensa, porque saben que los latinos buscan ese periódico.”
La Prensa es tan próspera que cuando el Bulletin-Review redujo su tamaño el año pasado, López pudo contratar a dos de sus reporteros y establecer un periódico en inglés, el Denison Free Press. Gordon Wolf, ahora editor de Free Press, trabaja junto a López para cubrir todos los aspectos de la vida rural: las plantas empacadoras de carne, la industria agrícola, el ayuntamiento, la oficina del sheriff. López frecuentemente traduce artículos del Free Press a español para La Prensa, y ha comenzado a publicar versiones en inglés de los artículos de La Prensa en línea.
El día que visité la oficina, Wolf — de setenta años, alto y robusto, con modales amables y pacientes — estaba sentado en un escritorio al lado de López. Creció en el noroeste de Iowa y se mudó a Denison para trabajar para el Bulletin-Review en 1999. Inició ahí reportando sobre el gobierno local, pero hoy en día, la parte favorita de su trabajo es informar sobre eventos comunitarios: fiestas de verano, un festival de barbacoa local, la Feria del Condado de Crawford. Le interesa observar cómo se forman nuevos vínculos. Wolf ha visto el condado de Crawford cambiar drásticamente en los últimos veinticinco años, a medida que la inmigración convirtió un área, que alguna vez fue blanca, en un área más diversa. Esto ha venido acompañado de tensión — y en ocasiones, racismo explicito. “Cuando me mudé aquí por primera vez, la población blanca no aceptaba mucho a la población latina,” dijo Wolf. En 2003, los votantes del condado de Crawford enviaron a Steven King a la Cámara de Representantes; el Washington Post luego lo describió como el congresista “más abiertamente afiliado al nacionalismo blanco.” (King es un defensor de la teoría de conspiración del “Gran Reemplazo,” que afirma que las élites están trabajando en la oscuridad, con el objetivo de convertir a las poblaciones blancas en minorías).
King perdió su elección primaria republicana en el 2020. Hoy en día, muchos miembros de la población blanca de Denison están envejeciendo; aunque persisten los conflictos, dijo Wolf. En la última década, la ciudad se ha vuelto más acogedora de los trabajadores jóvenes que apoyan a sus negocios. “Ha habido una fusión de la población. Hay más interacción entre personas de diferentes nacionalidades,” me dijo. Ha visto una nueva tendencia mientras reporta en eventos del high school y en eventos latinos: “Estamos tratando con niños que nacieron aquí ahora”, dijo. “Realmente los veo como niños de Denison.”
López estima que tiene ocho mil lectores habituales. Eso le ha permitido llevar a cabo una operación lucrativa, sustentada enteramente por ingresos de publicidad.
La evolución de la comunidad ha convertido a López en una especie de embajadora cultural. Aprovechando su antiguo encanto de personalidad de televisión, ella ha desarrollado sólidas relaciones en toda la ciudad — con agricultores blancos de tercera generación e inmigrantes venezolanos. Los residentes de Denison la llaman “Doña,” un título de profundo respeto. “Lorena vive en un barrio de clase media — vive entre las personas a las cuales ella cubre,” dijo Burns. “En primer lugar, la gente la ve como parte de la comunidad. Es conocida, pero no es una celebridad. Ella no es una persona apartada ni de élite. Es identificable y accesible.”
También es dura cuando es necesario, una representante de los latinos que se enfrenta a los funcionarios públicos. Apenas unos días después de Año Nuevo, un tirador mató a balazos a dos personas en un high school en Perry, Iowa, una ciudad 31 por ciento latina, al norte de Des Moines. López fue manejando para cubrir la tragedia. Kim Reynolds, la gobernadora, ofreció una conferencia de prensa; López levantó la mano. “Pensé en lo importante que resulta que la periodista que le preguntara a la gobernadora si había un motivo racial, o si raza jugó un papel en el tiroteo en la escuela, fuera latina,” dijo Burns. En los caucus, López ha entrevistado a decenas de candidatos, empezando por Barack Obama, en el 2007. “Me lo prometió personalmente tres veces,” recordó. “’Dígale a su gente que, en los primeros cien días, voy a aprobar una reforma migratoria.’”
Obama no cumplió esa promesa y muchos latinos de la zona se han acostumbrado a vivir con miedo. La mayor redada migratoria en la historia de Estados Unidos tuvo lugar en una planta empacadora de carne en Postville, Iowa, en 2008, y desde aquel día — cuando agentes federales arrestaron a casi cuatrocientas personas — los trabajadores del matadero han sentido que podría pasarle lo mismo. Durante la presidencia de Trump, se difundieron rumores acerca de nuevas leyes de inmigración y posibles redadas; López tuvo que trabajar constantemente para calmar los temores, e informar acerca de lo legítimo que podrían ser esos temores. En 2019, escribió acerca de una nueva política que amplía la capacidad del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) para acelerar los procedimientos de deportación de inmigrantes indocumentados que no pudieran demostrar que habían estado en el país durante más de dos años.
Bajo Biden, López ha visto surgir una nueva actitud: la gente se siente engañada. Las cifras de cruces fronterizos están en su punto histórico más alto, y la administración ha otorgado a muchos recién llegados estatus de libertad condicional, mientras esperan sus fechas en un juzgado de inmigración. Un pequeño porcentaje de personas que está bajo libertad condicional, y que se encuentran en trámites de asilo, han logrado obtener permisos de trabajo. Eso no les sienta bien a algunos de los antiguos residentes de Denison, donde uno de los elementos de desinformación más frecuentes que circulan entre los latinos, es que Biden distribuye permisos de trabajo a todos los que ahora cruzan la frontera. López dijo que, cada semana en la iglesia, la gente se le acerca y le pregunta por qué Biden le está ofreciendo autorización de empleo a “personas que acaban de llegar” mientras ellos esperan décadas. “Se ha creado mucho resentimiento en contra de Biden,” dijo, “y creo que muchos latinos van a votar por Trump.”
López encuentra noticias e ideas para historias en bautismos y quinceañeras, en asadas y posadas. Muchas de sus mejores ideas vienen de mujeres que ve en la iglesia, una red de chismosas pondría en vergüenza a la lista de contactos de cualquier periodista. Al menos tres veces al año, López habla con un grupo de la iglesia — una variedad de lectores a quienes les plantea preguntas sobre lo que ellos quieren saber y lo que quieren que ella reporte. Ella también comparte sus puntos de vista, incluso sobre cómo podría afectar a Denison una segunda presidencia de Trump. “Supongamos que Trump gane las elecciones en noviembre,” les ha dicho a compañeros de la iglesia. “El ambiente hostil para los inmigrantes continuará, sin importar qué piensa la gente acerca de la economía — bla, bla, bla.”
Últimamente, sin embargo, López ha optado por centrarse en reportajes locales y evitar la carrera por la presidencia. “Hace años lo reportaba más intensamente, pero ya no lo hago,” dijo, “porque creo que podría haber algunas represalias.” Quiere evitar trampas — suposiciones erróneas sobre su propia agenda política y daño a la reputación regional de su periódico — y, además, muchos en su audiencia expresan apatía hacia las campañas presidenciales. Hay mayor interés en la política estatal, especialmente SF 2340, cuyo objetivo es permitir que la policía de Iowa arreste a ciertos inmigrantes, incluso si tienen algún tipo de estatus legal. A principios de abril, Reynolds promulgó la ley SF 2340; ahora está siendo impugnada en la corte, y López ha sido inundada de preguntas acerca del estado del caso. La gente también le pregunta quién, exactamente, es el blanco de esta ley; el lenguaje del SF 2340 no hace una distinción clara entre inmigrantes indocumentados e inmigrantes con otro estatus, como asilo o libertad condicional. Finalmente, no está claro cómo la policía local hará cumplir la ley si entra en vigor. La incertidumbre también molesta a López — ha batallado en dar respuestas claras. Ha empezado a llamar a los departamentos de policía de todo el oeste de Iowa, a preguntar a los jefes y sheriffs acerca de sus planes. Muchos le han dicho que ellos, también, están confundidos; que no saben cómo el estado espera que ellos actúen. “Así es que veremos qué va a pasar,” dijo. “Vamos a permanecer muy alertos”.
En muchos sentidos, sus métodos — seguir las pistas en persona e informar a los residentes en tiempo real, ya sea en la iglesia o en línea — interrumpen el flujo de chismes, pánico y desinformación en línea, como sólo puede hacerlo la recopilación tradicional de noticias. Woolley, el investigador de propaganda me dijo que WhatsApp es un portador especialmente poderoso de noticias falsas, precisamente porque, dentro de los grupos privados, las falsedades se comparten entre personas que ya se conocen. Para que los periodistas logren desmantelar los rumores y la confusión, dijo, tienen que ingresar al chat, como lo hace López: “Los medios tienen que interactuar con sus comunidades.” Como lo expresó Burns: “Tenemos que reconstruir la confianza en las noticias, de La Prensa hacia arriba, no desde el New York Times hacia abajo.” Frente a la desinformación rampante en línea, añadió, “los periódicos locales son el último bastión de la realidad colectiva.”
Por supuesto, eso es una gran carga para López. (“En 1985, probablemente habrían entre cuatro o cinco personas dividiéndose las responsabilidades que ella hoy tiene,” dijo Burns.) “Mi hijo dice que estoy loca,” me dijo López. Pero a ella no le importa trabajar duro y no quiere pensar en la jubilación. Recuerda cómo se sintió antes de La Prensa, buscando fragmentos de información en periódicos con malas traducciones de Google. Sabe que sus vecinos, que recurren a las redes sociales en busca de noticias, están intentando satisfacer esa misma curiosidad. “Cuando se me acercan, no siempre tengo las respuestas,” dijo. “Pero les digo — déjenme preguntar.”
Créditos
Jack Herrera es un reportero independiente. Fue corresponsal nacional para Los Angeles Times, donde cubrió el cambiante oeste americano, y fue editor de alto nivel en Texas Monthly, donde cubrió la frontera y comunidades latinas. Su trabajo ha sido publicado en Politico Magazine, The Atlantic, y el New York Times.
Éste artículo fue traducido por José Olivares, un periodista de investigación basado en Nueva York. Su trabajo ha sido publicado por The Intercept, Business Insider, NPR, y otros medios.
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